martes, 15 de junio de 2010

LA AVENIDA DE MAYO

En 1884, el Congreso decidió -por iniciativa del intendente Torcuato de Alvear- la apertura de "una avenida de 30 metros de ancho, desde la Plaza de la Victoria hasta la calle Entre Ríos". Una avenida con anchas veredas bordeadas de plátanos, con mesas de café y edificios refinados que enorgulleciera a un país pujante y a una ciudad que se sacudía su aire de gran aldea. También que sirviera de conexión entre dos de los poderes de la República: el Ejecutivo y el Legislativo.

En esa época, las elites porteñas soñaban una Buenos Aires parecida a París y la Avenida de Mayo fue construida con un estilo art-noveau, como lo testimonia la ornamentación de los edificios, desde Bolívar hasta Luis Sáenz Peña: figuras oníricas, angelotes gumbines, sirenas, guirnaldas, imágenes de leones, el tratamiento de herrería artística de los balcones, el remate suntuoso de las grandes cúpulas. Además, algunos arquitectos incluyeron elementos de los estilos Luis VIII y Luis XV y ornamentación de carácter italiano. El edificio más importante de todo el trazado fue el Palacio Barolo, en su momento el más alto de la Ciudad, que se inauguró en el 1919, en el número 1370. Y en Avenida de Mayo 1264 se instaló el primer ascensor de la Ciudad, que se desplazaba con un mecanismo de sogas.

La Avenida fue, desde su inauguración, centro de la vida cultural de la Ciudad. Por sus aceras caminaron Federico García Lorca, Carlos Gardel, Nijinsky, Le Corbusier, Jorge Luis Borges, José Ortega y Gasset, Giaccomo Puccini, la Infanta Isabel de España, George Clemenceau, Albert Einstein, Arthur Rubenstein, Josephine Baker, Claudio Sánchez Albornoz y otros personajes del arte, la cultura y la política.